La selva del cielo
- María Camila Pulido V
- 8 jul.
- 1 Min. de lectura
La cama me sacudió a las cuatro de la mañana. Sentí que estaba temblando la tierra. Me mecía suave y sutil como despertándome para que me levatara y saliera. Me asomé por la ventana y miles y millones de lucesitas en el cielo hicieron que mis pupilas se dilataran. Salí con miedo a la selva viva y encontré una luna diminuta sonriente. Una sonrisita amarilla coqueta y luego, la inmensidad. Constelaciones y galaxias, mundos, planetas, ancestros, todos reunidos en el cielo. Cuando sueño puedo estar allá con ellos, pero ahorita solo podía contemplarlos a lo lejos. Un par de estrellas fugaces salieron a saludarme y cerré los ojos con fuerza, como quien quiere exprimir un sueño de las entrañas y pedí voz. Canto del alma. Quebrada y olas del mar saliendo de mi boca, rebosando de mi sangre. Todos estuvieron de testigo y titilaban en festejo, en carcajadas alegres. Los sueños se cumplen porque despierto. No creo que exista un reflejo más puro que el que me veía esa madrugada desde arriba. Soy el rugido de la tierra que siente las estrellas.

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